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«A veces un abrazo es la palabra exacta». Nerea Delgado

Uno a veces se arrepiente de algunas cosas. Por ejemplo, al calcular mal el ángulo de tangencia energética del bosón de Higgs o al asumir que la poesía fue creada solo para los poetas. O como aquella vez que mi amada aristócrata embajadora me invitó a una recepción con el Rey y yo me negué a asistir arguyendo mi postura republicana. O aquella otra vez que el tren cerraba sus puertas para siempre y no me atreví a subir al último vagón por miedo a… ¿a qué? Nunca olvidaré aquella escena de amor y lágrimas. O esa otra vez que, en vez de ofrecer palabras dulces, quizás por cansancio o por advertencia, salió un agravio malsonante que lo destruyó todo. O aquella otra vez que no abracé, cuando sabía que un abrazo era la palabra exacta, lo único que cualquier situación extraña requiere para redimirse.

Quienes conocen el significado profundo de dar un sentido abrazo saben de lo que hablo. Un abrazo verdadero, de esos que duran una eternidad porque son sentidos y engullen a cualquier alma, son realmente pura sanación. No requieren palabras, no requieren excusas ni argumentos: solo un sentido y prolongado momento de amor.

A los que no nos educaron en la cultura del abrazo nos faltó algo. Es difícil de explicar, pero crecimos faltos, carentes, o con un sentido menos desarrollado, por supuesto, un sentido anímico, emocional. La cultura del abrazo en la infancia debería ser una asignatura obligatoria, tanto en el ámbito familiar como en el escolar. Los abrazos cumplen con una función social amable, reconciliadora y esperanzadora. Ante cualquier disputa, un abrazo sentido podría sanar las diferencias, los puntos de vista errantes, las locuras que se cometen cuando uno pierde todo sentido y percepción de la realidad. Uno dejaría de perder la razón ante un sentido abrazo. Resolver la falta de cariño evitaría seguramente muchos males de nuestra sociedad.

Un abrazo nos sanaría de la falsedad y la mentira, porque ahí no se puede uno ocultar ni esconder. Un abrazo sentido te desnuda, por eso quizás no es algo bien permitido en una sociedad tan mediocremente mentirosa. Al abrazar, al mirar profundamente al otro desde la percepción extrasensorial del abrazo, uno ve lo que hay y descarta inmediatamente todo aquello que no existe. En un abrazo se nota cuando hay trasparencia. En un abrazo se difumina toda la duda.

Toco a diario el piano e improviso melodías mientras observo atento todo lo que ocurre en el bosque. La música siempre acompaña y de alguna manera abraza nuestros instintos, nuestra consciencia, nuestra intuición. La música es como un abrazo sentido porque te transforma, te aligera, te llena de vida y esperanza. Ahora imagino esas notas de piano que se despliegan por los árboles de este pequeño bosque de robles y blancos abedules y viajan hacia ese lugar donde habita lo milagroso. Y me imagino que cada nota abraza aquello que mis manos no pueden abrazar. Imagino que cada octava supura esa transparencia que siempre anhelamos.

A veces un abrazo es la palabra exacta, el sonido necesario, la música de nuestras vidas. Un abrazo, un almabrazo, como decimos y practicamos por aquí tras los cantos y las meditaciones. Un suspiro del alma que alienta a otra alma. Un alimento que pocos comprenden, tan aislados en sus soledades y enredos, en sus abismos, en sus oscuras travesías por desiertos interminables. Aún hay fuego en las almas que abrazan, y vida en los sueños que despiertan sin miedo cada mañana.

Un abrazo, en términos matemáticos, es la relación trigonométrica entre el lado adyacente y el lado opuesto de un triángulo rectángulo que contiene ese ángulo. Musicalmente es un Do sostenido atravesado por un Re mayor. Para un poeta, es la fusión de dos mundos atrapados por un isótopo de imposible tamaño. Como las puertas de aquel tren, o aquellas palabras que faltaron cuando no se podía decir nada más. Nuestra vida media es del orden de un zeptosegundo para el universo infinito. Abracemos cada instante. No hay tiempo para mucho más. Abracemos la vida, y sanemos con ello todo cuanto nos duela. Abracemos al próximo prójimo.

Gracias de corazón por apoyar esta escritura…

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Antropólogo y editor

javier.leon@editorialseneca.es

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